12 diciembre, 2009

Bitácora de viaje. Travesía Río Gualeguay

Este viaje estaba programado para bajar el Río Negro en Uruguay, pero debido a algún inconveniente de último momento, cambiamos el derrotero y nos decidimos (por sugerencias de Dardo y Horacio Alfredo) por el Río Gualeguay, ya que estuvieron mirando fotos y el paisaje lo ameritaba.
Según el pronóstico extendido del S.M.N. decía que nos tocarían 3 días de tormentas intensas, pero como ya estábamos en el baile, decidimos bailar.
Entre las 8,00 y las 9, 20 del Jueves 13/11/09, fuimos llegando a la casa de H. Alfredo Curti, pegadito al hito histórico que constituye el Fuerte Barragán. Allí comenzamos a cargar todo el equipaje y las canoas. Salimos aproximadamente a las 10,00 hs para la casa de Oscar Ponce de León, donde nos esperaba él, junto a su hijo Facundo, Carlitos y el viejo Eduardo “Farinelo” Cao.
Allí, terminamos de cargar el equipaje que faltaba y a eso de las 10,50 salimos definitivamente a nuestro primér destino (Paso de la Lana) en la ciudad de Gualeguay.
En la ruta 6 (apenas 30 km de haber salido) el excesivo viento aparente, no tubo piedad con el guardabarros del flamante Trailer (que inauguramos para este viaje y que fue armado con mucha profesionalidad en el taller del Quino Firpo). Esto se produjo porque la soldadura del guardabarros corrió por cuenta del profesor Pastilla Volpi, quién demostró que como soldador es apenas un regular profe de educación física.
El viaje transcurrió sin problemas, llegando a la oficina de turismo de Gualeguay a las 16,00 hs. Después de haber recogido la información que nos permita llegar sin inconveniente al 1er. Destino y luego de recorrer 35 Km por la ruta ¿?, llegamos al sitio indicado (Aldea Asunción) y de allí hacer 17 km de ripio para finalmente terminar el viaje, en nuestro primer destino, llamado Paso de la Lana a las 18,00 hs.
Mientras armábamos el campamento, Grabiel; Pastilla y Oscar, volvieron a llevar los vehículos al camping municipal de Gualeguay, que era el lugar de destino final. Nos pegamos un buen baño y la nadada de rigor. Los conductores, volvieron como a las 21,30. Cenamos y la noche se fue despejando, volviéndose sumamente estrellada. Carlitos, Facu y Chicona (los optimistas de la pesca), utilizaron ½ kg de salamín, para pescar 4 bagres y un Patí de 150 grs.
A medida que las influencias etílicas se apropiaban de los cuerpos cansados del largo viaje, nos fuimos yendo paulatinamente a dormir.
El amanecer del Viernes 13 se presentó óptimo, sin viento y con una hermosa luna cuarto menguante. Grabiel (el primero en levantarse) fue avivando el fuego y preparando los mates y las tostadas. Eran las 6,40, poco a poco se fueron levantando, excepto los tres últimos en acostarse (como casi siempre) que todavía dormían. Se fue levantando el campamento, preparando las canoas y salimos hacia nuestro 2do. Destino (Paso Corralito) a las 8,35. La jornada no se podía presentar mejor, buen sol, viento norte (de popa) y a remar. A la 1 y ½ de remada, luego de haber dejada atrás varias playas de arena blanca, paramos en una de ellas a tomar unos mates y estirar, pegarse un chapuzón reparador y salir de nuevo. Continuó el buen clima y como a las 12,00 llegamos a un sitio que parecía ser Paso Corralito, evaluamos la posibilidad de parar pero el lugar no convencía demasiado (teniendo en cuento algunos de los excelentes lugares que habíamos dejado atrás). Seguimos unos 2 km más, encontramos en una balsita arenera a 3 lugareños que nos dijeron que efectivamente el lugar que habíamos pasado recién era Paso Corralito y que hasta Gualeguay era todo barranca y no había mas playas. En consecuencia volvimos a Paso Corralito y ahí hicimos el campamento. El calor era intenso, mucha humedad, que presagiaba la tormenta de lluvia y viento que al la tardecita iba a sobrevenir.
Armamos la mesa y comenzamos a deglutir la comida que habíamos traído. Por la tarde hicimos una prolongada sesión de baño. Mientras tanto el clima se enrarecía y la tormenta se aproximaba. El viejo Cao y Fabián, armaron la carpa y se fueron a dormir la siesta, igual que Walberto, así que fueron de los pocos que no sufrieron la mojadora y el viento que se desató con furia sobre el campamento. Mas tarde armamos una toldería con troncos (que de noche Oscar se emecinaba en cabecear a lo Palermo) y lonas para parar el viento y que nos permitiera poder cocinar los vacíos y el costillar cómodamente. El asador oficial (Ponce de León) armó los soportes para la parrilla, se prendió el fuego y se comenzó a cocinar la carne, que contó con la inestimable colaboración del compañero Chicona, que por estar convaleciente, y no poder realizar esfuerzo alguno, fue trasladado como un Jeque Arabe en la cano grande por los palistas Chirola y Maique.
En verdad Chicona no tiene nada que envidiar a la destreza de Ponce como asador, ya que eso estaba exquisito. Eran las 21,30 y la grasa de la carne chirreaba sobre el fuego, preanunciando que faltaba muy poco.
Fue una gran cena, acompañada por el infaltable Finca Las Moras. Entre una cosa y otra palabra va, palabra viene, fueron saliendo temas de conversación, 1ro. Sobre el deporte y mas específicamente, la opinión de algunos sobre que el fútbol, y las expectativas que el medio (telev. Futbol infantil, prensa, etc) va creando en lo pibes, que cuando no son mas tenidos en cuenta se les crea una gran frustración. Otros opinaban que no había o debería haber tal frustración, porque eso es algo natural y en tal caso es una defección de los padres no preparar a los pibes sobre lo difícil que es llegar al fútbol profesional.
La falta de planificación a nivel estatal, para crear las condiciones (infraestructura, becas, etc) que permitan a los niños y jóvenes, poder orientar y desarrollar sus potencialidades atléticas, mas allá del fútbol. Esto fue derivando en la política, actual, reciente y no tanto y comenzó la polémica. A medida que la discusión crecía en términos emotivos y el cansancio se iba apoderando de los muchachos, fueron abandonando el fogón, para entregarse al descanso. Cerca de la 1,30 los últimos trasnochados se fueron a dormir, con la excepción de Chirola y Horacio que aprovecharon el lindo rancho armado, y se quedaron a apoliyar afuera, al calor del fogón.
El Sábado amaneció con inmensos nubarrones amenazantes, pero por suerte no tuvimos lluvia, por lo contrario de a poco las nubes fueron dejando paso al gran Inti, que se mostraba de a ratitos. Luego del desayuno, fuimos desarmando el campamento, y preparándonos para la partida, la que resultó ser retrasada por que los pescadores (Facu y Carlitos) debieron ir a sacar el trasmallo y limpiar los pescados atrapados (en este punto habría que replantear si vale la pena 1 ½ hora de retraso por 3 sabalitos y una tarucha). De pronto la solución sería que se planifique de otra forma para no retardar la partida.
A las 9,20 hs zarpamos hacia el 3er. Destino –Paso Coronel-. A esta altura del viaje, notamos que hubo un error de cálculo con el agua, ya que estábamos terminando las últimas reservas, lo que significa en esta situación un problema. A poco de andar paramos tomar unos mates en una muy linda playa con un canalcito (tipo laguinita) al que el gaucho Yuhak bautizó (paso la orqueta). Seguimos viaje en busca de un camping que era nuestra referencia para detectar el lugar de acampe ya que el mapa marcaba 20 km desde Paso Corralito.
Con un sol abrazador, y el cansancio que se iba apoderando de los remeros, y la no aparición del camping decidimos buscar un lugar para acampar. Luego de varios cabildeos acampamos a las 14,50 (5 ½ hs. De remo) en un sitio que nos permitió ubicar las carpas bajo un montecito de plantas que suponíamos cercano al camping de referencia. Armamos el campamento, le entramos a la mortadela, el queso y los maníes que todavía sobrevivían, juntamos leña y a calentar el asado de la noche anterior. Cansados y hambrientos comenzamos a deglutir todo lo que caía en la mesa. Después vino la siesta y a escuchar el partido entre Argentina y España, que lamentablemente resultaría una derrota para la escuadra nacional (el torneo de apuestas los ganaron los Curtis, que pronosticaron una derrota de la celeste y blanca). La tarde fue transcurriendo relajada y tranquilamente, varios se acostaron a dormir. Paradogicamente (Chicona) que la llevaba mas aliviada por su incapacidad para remar, fue quien mas apolilló (5 hs. Aprox).
A la tarde se jugó al truco, resultando la pareja de Carlitos y Fabián, apliamente ganadora (3 ganados y uno sólo perdido). Por la noche se calentó el asado del medio día y se cocinaron los pescados, al calor del fogón nos deleitamos con los cuentos e historias del gaucho Grabiel Yuhak (como el hombre se crió en el monte Chaqueño, es conocedor de la fauna y algo de flora autóctona), y consecuentemente con ello aprovecha la ocasión para delirarnos un poco. El tipo se aprovecha de nuestra ignorancia y nos vende humo (descubrimos, un pájaro nocturno con un canto muy particular, llamado “atrapacaminos”, el Crespín, (este sí existe) y algunos otros que Grabiel daba fé de su identidad.
Esa fue una hermosa noche con muchísimas estrellas como suele ocurrir en estos lugares que no están expuestos a la contaminación lumínica, lo que permite observar el firmamento en su plenitud de estrellas. Armamos un fogoncito, a metros del rio y siguió corriendo el vinito, y un purito que nos quedaba.
La mañana del Domingo se presentó con algo de sol y de a poco el cielo se fue nublando y la tormenta venía hacia nosotros. A pleno remo, nos encontramos con un par de lanchas de lugareños, aprovechamos para averiguar cuanto nos quedaba para el camping, nos dieron agua (pero seguía siendo escasa, sobre todo necesitábamos cerca de 20 lts. Para hervir los fideos). Cuando llegamos al Camping (teníamos la tormenta encima), bajamos, era un sitio bién cuidado y luego de debatir si seguir o no (pensabamos que para Gualeguay faltaba unas 4 ó 5 hs.), y habiendo agua potable en el lugar decidimos comer ahí (resultó una decisión acertada) ya que al la media hora comenzo a soplar un fuerte viento y se desató una lluvia intensa por mas de dos horas. No nos quedó mas remedio que usar de refugio el buffet del camping, y allí armamos un improvisado comedor, prendimos el fuego en un chulengo, hicimos el tuco, usamos para el estofado la última carne que quedaba y hervimos los fideos en el disco. Para luego entregarnos a los exquisitos Don Vicente. Es de destacar que toda esa comida era dignamente acompañada por el clásico Finca Las Moras que le compramos habitualmente a los amigos de la bodega “El Changuito” de 1 y 528.
Luego de comer, algunos se entregaron al descanso y los que quedabamos despiertos, la tribu de los quema basura, procedimos a pasar a mejor vida, incineración mediante, el histórico buso de Pritty, propiedad de H.A.C., protagonista de viejas batallas, ya descolorido y raído, por el paso de los años.
Luego de un par largo de horas de lluvia, el cielo comenzó a despejarse por el sur y al poco tiempo ya estábamos en condiciones de retomar la remada. En honor a la verdad, hace ya varias travesías que tomamos como norma no remar luego del almuerzo, no había mucho quórum, pero como no teníamos muy claro lo que faltaba para Gualeguay, decidimos retomar.
Así que los que dormían, muy a su pesar, levantaron campamento y a las 16,50 hs, luego de dejar una atención (2 botellas de vino) con una nota de agradecimiento al dueño del camping.
Pusimos rumbo al sudeste, desandando las últimas curvas y contracurvas (me cago en los meandros, diría Turchi). A 1 km del camping encontramos una balsa arenera (donde antiguamente había un balneario muy popular), y enseguida el puente de hierro del ferrocarril (El Gran Capitan), seguidito nomás una construcción sobre el río que era la antigua toma de agua.
A medida que nos aprox. A Gualeguay, iba apareciendo pescadores a la vera del Río. A las 2 hs. De remo se dejaban ver las torres de alta tensión de la Ruta.
Siendo las 19,20 hs. Pasamos por debajo de la Ruta 12 y del puente viejo que está inmediatamente. Ahí cerquita (200 mts.) estaba el camping municipal, donde nos esperaba el muy buen gaucho que resultó Juan, su esposa y su hijo, junto a los vehículos que nos trasladarían de regreso a nuestra querida Ensenada.
Los protagonistas por órden de nacimiento decreciente: Horacio W. Curti; Grabiel Yuhak (debutante); Eduardo Cao; Dardo Gonzalez; Oscar Ponce de León; Negro Barrios; Horacio Maique (debutante); Pastilla Volpi; Carlitos Salvo; Fabián Cabanellas; Chicona Mazzoni; Horacio A. Curti; Chirola Alvarez; Lucas Gonzalez y Facundo Ponce de León.

20 octubre, 2009

3er. travesia por el Uruguay- De Concordia al Palmar -8 al 12/11/07



Tercer travesìa en Piragua por el Rio Uruguay
Del 8 al 12 de Noviembre 2007.

El grupo de aventureros que años tras año nos juntamos para cumplir el rito de las travesías en piragua, tenìamos previsto reunirnos en la casa de Horacio Curti, ( pegadito al Fuerte de Barragán, lugar de partida) a las 11,00 hs. Este Jueves se habìa presentado, gris, hùmedo y caluroso. Previamente tenìamos preparado el trailer con las correspondientes canoas, sòlo hacìa falta que a medida de que lleguen los compañeros se carguen todos lo elementos que nos acompañarìan en el recorrido.
Se trataba del viaje Nª 12 ( 9 por el Salado y el 3ro. Por el Uruguay). En este caso el itinerario serà desde la Ciudad de Concordia Km 334,6 (E.Rios) hasta el Parque Nacional El Palmar Km 267 (en la misma provincia).
Luego de esperar a los mas rezagados (Carlitos Salvo es campeòn en el rubro), los 14 expedicionarios, partimos en tres vehículos.
A poco andar descubrimos que la camioneta Renault Trafic (1.4) del amigo Turchi, no podìa sobrepasar el lìmite de los 80 Km/h (con viento de popa), esto sumado a algunos pequeños contratiempos originò que el viaje se extendiera mucho mas de la cuenta, llegando a Concordia a las 0,30 del Viernes 9.
Allì generosamente, nos brindò alojamiento la gente del Club de Regatas Concordia que se encuentra en un lindìsimo lugar, donde el rìo, se hace bien angosto de manera tal que la localidad uruguaya de Salto se encuentra a escasos 150 mts. El fin de semana, estaba previsto un encuentro de murgas, asì que tuvimos la suerte se escuchar los ensayos de una muy buena murga Uruguaya.
Armamos las colchonetas en un quincho y allí, descansamos hasta la mañana del viernes. Temprano, Fabián, Oscar y Pastilla se dirigieron a Prefectura, a cumplir con los tramites de rigor y luego de ello, nos aprestamos para zarpar hacia nuestro segundo destino, Puerto Yeruá, en el Km 305 aprox.
Salimos de Concordia, a las 10,50 hs. Con un día nublada pero calido, a medida que avanzábamos la amenaza de lluvia se hacia mas certera, y finalmente comenzó a llover en forma intermitente hasta que se hizo copiosa. En el Km 312, Facundo y Fabián se adelantaron a dar el parte al destacamento de P.N.A. de Puerto Yeruá. Y finalmente llegamos a un Camping municipal que estaba en gran parte inundado, acampando en una lomadita, pegado a un arroyo a las 13,15 hs. Inmediatamente buscamos leñas encendimos el fuego armamos una especie de toldería (para protegernos de la lluvia), desplegamos sobre las tablas convertidas en mesas la comida y la bebida (que no fue escasa por cierto) y nos engullimos unos buenos salamines, longanizas, mortadelas, quesos, maníes, picles, y las tartas y milongas que trajo cada uno desde su casa.
El acopio de leña y el fogón se hacían cada vez mas importantes, ya que esa noche era el turno de los costillares, vacíos y choris, que como no podía ser de otra manera, estuvieron a cargo del profe, Oscar Ponce de Leòn (un verdadero autodidacta en este metiè). La tarde transcurrió tranquila, la lluvia amaño y luego paro definitivamente. El arroyo se prestaba para la practica de la pesca y los expertos de este arte (Facu y Carlitos, aunque Carlitos pesca mejor con la gomera que con la caña) se dedicaron a procurarnos algunos pescados, que ni siquiera con trasmallo pudimos cazar.
La noche del Viernes trascurrió a puro asado, vino y de postre un rico habano que en numero de 3 había traído Papa Curti. De mas esta decir que Oscar le dejo al asado su sello. La fogata y la charla posteriores a la cena, se fueron acabando al ritmo de los mas cansados que en sus sillas se quedaban dormidos. La madrugada del Sábado 10, tuvo la tranquilidad de las noches sin viento, al principio y en un momento, el toldo parecía que se volaba al río, pero, ni siquiera los que durmieron a la intemperie tuvieron algún inconveniente. Ahora, el tiempo del mate, con tostadas , dulce y queso cuartirolo.
Esta nublado y la sensación es que va a continuar asì todo el día. Las presunciones de lo que pueda acontecer se suceden, que el viento en contra; que el sol no sale; va a hacer mas frío, mejor quedarnos …..en verdad todas cargadas de una elocuente decepción. Esperamos cambie, Inti asome y nos de justo en la jeta. Pese a los deseos de que aparezca el Dios de los Incas, no hubo caso seguía nublado. Lucas y Fabián fueron a sacar el trasmallo, apoyados por Carlitos y Darío de la otra costa. La cosecha fue flaquita, apenas una boguita y un sabalito. Desarmamos el campamento, apagamos el fogón y zarpamos con el cielo plomizo y viento del Este, Sudeste, hacia el tercer destino con la P.N.A. que nos iba a acompañar hasta que salgamos de su jurisdicción. Este tramo se hizo mas pesado que el anterior, debido a la inclemencia del viento que en ocasiones formaba olas importantes, sumado a la lluvia intermitente. A la hora de viaje, paramos sobre el Aº Yegua, a tomar un par de mates, teníamos justo enfrente la famosa meseta de Artigas, cuya altura es de 45 mts. Sobre el río y el monumento (construido sobre una base granítica) alcanza los 19 metros de altura, allí se puede apreciar, erguida y majestuosa la figura del gran patriota Oriental y Sudamericano.
Luego de navegar aprox. 2,30 hs., Pastilla y Fabián arrimaron a la costa para esperar al resto y comprobaron que detrás de unos mogotes y espinillos, se escondía un hermoso lugar con abundante leña, muy apto para el acampe. Nos encontrábamos en la localidad de Colonia Nueva Escocia, aprox. En el Km 290. Ahí decidimos quedarnos, así que desembarcamos los bártulos, armamos el campamento, calentamos el asado de la noche anterior, desplegamos la generosa bebida, con que regar el almuerzo y así fue transcurriendo el día. Por la tarde, los mas higiénicos procedieron a bañarse, en las limpias y templadas aguas del Río Uruguay (por lo menos por ahora, que no funciona Botnia).
A metros de nuestro acampe nos encontramos con tres lugareños de Nueva Escocia, que estaban de pesca en el lugar (dicho sea de paso) el campo era propiedad de la abuela de uno de ellos. Los invitamos al fogón, y se quedaron hasta bien entrada la noche disfrutando del Show de Turchi. Esa cena también fue de asado y papas fritas en el gran disco. O sea asado con fritas de restaurante. Los mas cansados y alcoholizados, se acostaron temprano, el resto se fue a contemplar la hermosa noche sobre el río, con la inconmensurable majestuosidad del cielo estrellado, que de a ratos deja caer una, para el deleite de los admiradores, que nos preguntamos hacia donde iràn, Es una de las coincidencias del grupo, a todos nos conmueven. El fuego, hizo el resto, el Mogote es una leña noble, y cada uno de nosotros fortaleció la discusión de los temas que surgían incansablemente. Hasta que, como quien no quiere la cosa, uno a uno se fueron acomodando en sus respectivas carpas o petates junto al fogón y debajo de un cielo azul, casi negro, que relumbra la incandescencia de millones de astros. A dormir … y la mañana del Domingo, 11, ¡¡¡ Que mañana!!! Derecho a donde acampamos (mirando bien al este), a las 5,35 exactamente, salió el sol, del lado de la costa Uruguaya, por detrás de los árboles y sin ninguna nube que entorpezca la visión del gran dios. Sin viento, no hay olas, el río se plancha y para la navegación de las canoas, es lo mejor que nos puede suceder. Y con el sol, ni escribir. A diferencia de la noche, fogón y mate. Desayuno y preparado de todos los vagayos para cargar y salir a nuestro ultimo punto del itinerario. Pero la impredecible naturaleza nos juega en contra, el viento, que había estado ausente se hace presente de la peor manera, (Este-sudeste), lo que genera
olas en dirección norte, justo encontra de nuestro derrotero. En principio no estaba tan bravo, así que decidimos ponerlo a consideración del grupo, cuando por mayoría habíamos decidido salir igual, (en menos de 20`) se puso más peligroso así que decidimos no correr riesgos innecesarios.
Se tiraron varias alternativas: a) esperar a ver si amainaba el viento, o terminar ahí y dirigirnos a buscar los vehículos a Concordia, esta ultima alternativa fue la que se impuso. Una verdadera pena ya que a las 15,00 hs aprox. Las condiciones del río nos hubieran permitido salir.
Algunos muchachos salieron a investigar como se encontraba el camino –desde la ruta provincial de canto rodado- hasta la vera del río (campamento), otros salieron a correr algunos Km para quemar algo de las cuantiosas calorías acumuladas.
Una vez chequeado el camino, la decisión era viajar a Concordia a buscar los vehículos, así que los conductores (Pastilla, Oscar I YII, y Darío) se fueron tipo 11,00 hs, el resto comenzamos a preparar el almuerzo para el mediodía del Domingo, siguiendo con el ritual –unos buenos fideos con estofado-.
Luego del infaltable Vermouth y el generoso almuerzo, quedo la tarde para el esparcimiento y escuchar los partidos (El Pincha 2 a 1 al Rojo y Boquita 4-0 a Velez, el Lobo ya había perdido con Racing). Dardo y el Negro, aprovechando que el río estaba navegable se fueron río arriba, hasta Colonia Nueva Escocia, a explorar la zona y coincidieron en apreciar lagunas, recodos y sitios verdaderamente bellos.
Cerca de las 16,00, llegaron los muchachos con los vehículos y luego acomodamos las canoas a fin de no demorar la partida el Lunes 12 por la mañana.
Por la tarde noche, luego de avivar el fogón, el amigo Pastilla Volpi, se lució (Ja, Ja, Ja) cocinando un exquisito arroz con calamares. Esa noche transcurrió similar a la anterior –sólo que mucho mas fresca- tal es así que los guapitos que duermen a la intemperie se fueron a las camionetas VIP.
La mañana del Lunes, se presento fría, pero muy soleada y despejada, el viento, que el día anterior nos juegò en contra, hoy soplaba suavemente del norte, e invitaba a cabalgarlo a bordo de las canoas, pero lamentablemente esto no podìa ser, ya que se nos acababa la travesía y tenìamos que comenzar a dejar el campamento, guardar todo y regresar a nuestros hogares.
Asì fue que lentamente fuimos abandonando el campamento, y no sin alguna dificultad menor, para salir esquivando espinillos y arbusto, fuimos llegando a la ruta provincial de ripio para posteriormente dirigirnos rumbo norte y luego sudoeste hasta empalmar (23 Km mediante) con la ruta 14 que nos condujo definitivamente a casa.
Asì dimos por terminada esta linda travesía con amigos aventureros y con la pequeña frustración de no poder terminar el itinerario trazado. Pero convencidos de que a la naturaleza hay que gozarla y no desafiarla, ella es siempre más savia y fuerte que el hombre. Y además te da revancha, por lo tanto el año que viene –quien sabe en que sitio- podremos disfrutarla a pleno compartiendo con amigos 4 días inolvidables.
Formaron parte del grupo: Curti, Walberto Horacio (il nono), González, Luis Dardo (el entrenado), Ponce de León, Oscar (el fatigado), Barrios, José Luis (el negro mudo), Volpi, pastilla (el desequilibrado hepático), Salvo, Carlos Romualdo (me quedo un ratito mas), Cabanellas, Amílcar (que rico habano),Mazzoni, Sergio “Chicota” (me siento muy descompuesto), Turchi, Oscar (el showman), Curti, Horacito (Zapata, si no la gana ….), Álvarez, Alejandro chirola (bla mas fuerte que no te escucho), Gonzalez, Darío (despegale el vaso de los dedos) o tambien denominado ¿Qué va a llevar señora?. Gonzalez, Lucas (suprimí los postres, que estas gordito), Ponce de León, Facundo (el pescador profesional, que no pesca un carajo).

10 septiembre, 2009

15-mm-2007

TRAVESIAS POR EL RIO URUGUAY

Grupo “Catorce a Flote”

Terminé de darle la enésima chupada al mate cuando Norma me avisó que Fabián me llamaba por teléfono; fui a atenderlo con la alegría que provoca la llamada de un buen amigo y con el sentimiento de culpa de saber que nunca lo llamo, sin tener algún motivo que justifique esa llamada.
Nos conocemos hace ya muchos años, cuando él era apenas un adolescente y yo superaba los 30; pasamos muchísimos momentos inolvidables y compartimos varios proyectos, algunos casi místicos. Compartimos nuestras alegrías y padecimientos. Pero seguramente el abismo que produce la diferencia de edades fue bifurcando lentamente nuestros caminos, pero manteniendo siempre alguna forma de contacto –y aquí debo confesar nuevamente que la mayoría de las veces fue él quién lo motorizó, quién tubo la iniciativa- para mantener viva la amistad de la cual siempre me enorgullecí.
Cuando agarré el tubo, no me acuerdo bien si fue a fines de septiembre o principios de octubre del 2004, la inconfundible voz de mi buen amigo me suelta un -¡Hola Luíissss!, con esa graciosa y ¿picaresca? manera que tiene de llamar sus conocidos y amigos no por el nombre de pila, sino por el otro-, y pasó a proponerme que participara en una travesía en canoa haciendo la bajada del Río Salado desde General Belgrano hacia el Río de La Plata, con el grupo que integra desde hace algunos años, el próximo fin de semana largo del 12 de octubre de ese año.
Confieso que el convite me entusiasmó doblemente; por un lado porque Fabián me eligió a mí para ocupar la plaza que uno de los raidistas había tenido que dejar por alguna razón laboral o personal, y por otro lado porque siempre me gustaron y entusiasmaron las aventuras (mi vida desde la última parte de mi adolescencia en adelante fue casi una aventura constante).
Después de reflexionar unos segundos decliné la invitación debido a que sabedor de que la mayoría de los integrantes de este grupo son guardavidas, profesores de educación física y entusiastas que de alguna manera están relacionados con actividades físicas, seguramente haría que yo no estuviera a su altura para cumplir con las exigencias de la experiencia náutica. Ante su insistencia, le expuse otra excusa –quizás más acertada- alegando que a principios de la primavera, la temperatura, humedad ambiente y lluvias características de la época, podría afectar malamente mi condición de asmático, especialmente en las mañanas campestres sobre el río.
Ante un nuevo requerimiento de parte de Fabi, le planteé que esa vacante fuera ocupada por el “negrito” (José Luis) Barrios, quién aceptó rápidamente.
Pocos días más tarde, volvió a llamarme para decirme que otro de los compañeros también había desertado, situación que me hizo dudar mucho, pero mi limitación respiratoria me hizo sostener la posición negativa, proponiendo esta vez, a mi hijo Lucas en ese lugar, quién también accedió de inmediato; fue así que acompañé tangencialmente al que fuera el último viaje del grupo al Salado, masticando una suerte de desazón y frustración.
¿Como negar que el “bichito” del deseo de participar me carcomía por dentro?; y aunque nunca dije nada, siempre estuve deseando hacer una travesía como esa, pero como los guardavidas comienzan a trabajar a fines de noviembre no parecía posible que se hiciera algún viaje con la temporada estival más avanzada y un clima más apacible…
Al año siguiente, más o menos para la misma época, otra vez Fabi me invitó a participar de la aventura, pero con la diferencia de que esta vez, sería bajando por el Río Uruguay en Entre Ríos y en la primera semana de noviembre, es decir, unos 20 días más tarde.
No me llevó muchos segundos calcular que en noviembre y algunos cientos de kilómetros más al norte, las condiciones de temperatura y humedad serían muy distintas, así que mi aceptación fue expeditiva (je!)…
Fue entonces que, junto a Fabi, el “negrito” y el resto de los muchachos (Horacio y “papá” Curti, Carlitos Salvo, Oscar T, Darío, Chirola, Mario y Cristian Duikc, el negro Cao y Oscar y Facundo P. de L., Lucas no pudo participar de este viaje porque tenia que rendir un examen en la facultad), nos juntamos en la casa de Oscar Ponce de León, lugar de salida hacia El Palmar de Colón, lugar de embarcada y punto de partida de la tan ansiada navegación en canoa.
Las experiencias vividas en los viajes y durante las travesías se encuentran perfectamente relatadas en las “bitácoras” escritas por Fabián Cabanellas y Horacio Curti, por lo que me voy a limitar a describir las sensaciones personales vividas en estas prácticas.
Vale recordar que antes de ese momento, mi única experiencia con los remos se limitaba a algún paseo por el lago del bosque de La Plata y, en el mejor de los casos, en la laguna de Chascomús lo que aparecía a todas luces, como muy escaso.
Con la inestimable compañía del “Negro Barrios”, a quién no puedo dejar de referir, no solo por ser un buen amigo, sino también por su incondicionalidad para colaborar con cualquier propuesta o pedido que se le haga; salimos a remar desde el club Náutico de Ensenada hacia las “cuatro bocas”, un par de veces, como para saber de que trataba y como debería actuar ante la contingencia inminente, a modo de entrenamiento.
Esas salidas de entrenamiento me resultaron tolerables físicamente; claro que no es lo mismo un pequeño recorrido en las tranquilas aguas de una zona conocida -muy transitada por todo tipo de embarcaciones, sin grandes vientos u oleajes molestos, ni distancias o tiempos a cumplir más que los que el placer o los compromisos permiten-, que la exigencia de cumplir etapas con distancias ya previstas y con las condiciones climáticas que el río dispone, como lo comprobaría posteriormente.
El jueves con todos nuestros “petates” y provisiones, nos encontramos en la casa de Oscar, para partir hacia la aventura.
La primera impresión que tuve fue la de calcular la aparentemente excesiva cantidad de comida y bebida que se llevaba a la excursión, especialmente esta última; también se me antojó que era demasiada la carga de elementos y útiles que se prepararon. Sin embargo, una vez en lugar de partida, el cargamento se repartió entre las siete canoas y ante mis asombrados ojos, todo se dosificó equitativamente, y fue la carga que nos permitió tener una placentera experiencia gastronómica, libación viñatera y de comodidades, poco emparentada con el deporte…
Ya en la autopista La Plata-Buenos Aires se comenzó con la ingesta de alimentos ya preparados por nuestras esposas y la libación (aún medida) de vino ¾, y más tarde mate con tortas, pasta frola y otras confituras.
Como viajamos en un colectivo MB 1114 acomodado con una mesa con asientos, cocina, baño y 4 cuchetas, más algunos asientos, durante el recorrido de los muchos Km. por las rutas 9 y 14, no sufrimos incomodidades, y si las hubo, estas fueron disimuladas entre las chanzas, bromas, cuentos, mateadas y partidas de truco y el consumo de cantidades enormes de maníes con cáscara.
Esa noche hicimos campamento en El Palmar, junto a las ruinas de una antigua calera, y a la mañana siguiente (viernes), después de desayunar pan tostado a la parrilla con tajadas de dulce de membrillo o batatas con mate –como fue la constante de todas las mañanas-, aprendí a cargar las canoas con cantidades de cajas de vino, bidones con agua, bolsas de frutas, carpas, tablas y caballetes para las mesas, parrillas, un gran disco de arado para cocinar, sillas plegables, los víveres que consumiríamos durante ese fin de semana y otros elementos que calculo sumaría unos 300 kilos en total.
Contemplando las ruinas de esa calera que funcionó hace un par de siglos atrás, empecé a divagar e imaginar los pensamientos de aquellos españoles que cruzando por esos lugares remotos, seguramente buscando un camino hacia “El Dorado”, descubrieron la blancura de las laderas en las costas, que reveló esa veta de cal que fue el inicio de un gran negocio y sirvió la para construcción de importantes obras y ciudades del virreinato del Río de La Plata.
En esa vastas soledades, esclavizaron a los pobladores de la zona y otros originarios traídos de Corrientes y Misiones; reclamándoles esfuerzos más allá de sus posibilidades, hasta desfallecer, con escasos alimentos y ninguna atención médica. Las crónicas de Indias están plagadas de historias como esta, generadas al paso de una “sublime evangelización”, donde los pobladores nativos no eran considerados humanos, para poder esclavizarlos. Con la excepción de los jesuitas, quienes pagaron con su expulsión del continente, por el pecado de cumplir con la obra que la Iglesia les encargó (pero no permitió).
¡Que espíritu de aventura tendrían que contener en sus personalidades aquellos hombres!, ¡que entereza de ánimo para enfrentar las vicisitudes del inhóspito territorio!; pero también me preguntaba ¿ante toda esa desmedida avaricia, habría en ellos un lugarcito para apreciar tanta belleza natural?
Mucho se ha escrito sobre estos temas, pero nada es mejor que estar en los lugares de referencia para sentir en toda su dimensión, estos y otros interrogantes.
A la mañana siguiente partimos dejando atrás El palmar. Obviamente formé pareja con Fabián, ya que el poseía la experiencia que yo no tenía, un entrenamiento que le permitiría hacerse cargo de la propulsión del esquife, en caso que mis fuerzas no me acompañaran, y supongo que de alguna manera se hacía cargo de mi seguridad ante alguna eventualidad peligrosa, ya que esta era la primera práctica que el grupo tenía en aguas de un río tan importante como desconocido. Ocupé la plaza de proa y mi amigo, la de popa que es la que debe ocupar el palista de mayor experiencia ya que es el encargado de mantener el rumbo (sin zigzaguear, por ejemplo), ni encallar o pasar cerca de ramas bajas que pueden fácilmente lastimarnos.
Así emprendimos esa mañana, nuestra aventura por el río Uruguay, cuyo nombre proviene del guaraní. Sin embargo, existen varias explicaciones acerca de su origen: "El río de los que traen de comer". Esta versión ha cobrado fuerza desde la aparición de un antiguo escrito redactado por el jesuita Lucas Marton. En un pasaje que se refiere al origen del vocablo Uruguay, dice: "Siendo éste de la lengua guaraní, busqué la repuesta entre la gente de este pueblo, que después de muchos años siguen diciendo la misma cosa: ‘El río de los que traen de comer’. Resulta ser que desde inmemoriales tiempos regocijóse el pueblo nativo en la más abundante variedad de alimentos, frutas, peces, semillas, hierbas, carnes, y otras variedades. No es poca cosa ser entre el pueblo un Uru, pues hasta 40 guerreros avezados acompañan a estos transportadores de comidas. Guai, [Gua: principal, origen; i: río] es el río que une mar y selva con tal preciosa carga. No con poca razón, llaman ellos también Uru [el que transporta comida], a un ave de vivos colores, que recoge semillas del río y las lleva a su nido". Del Libro Yumaranei, escrito por Lucas C. Marton. "Río del país del urú". Una versión muy vinculada a la anterior es la de Félix de Azara. Afirma que el nombre proviene de un ave pequeña, el urú, que habita en parte de las costas del río Uruguay y significaría entonces "río del país del urú". "Río de los pájaros pintados". La interpretación poética de Juan Zorrilla de San Martín. "Río de los caracoles", por su parte, un colaborador de Félix de Azara da esta otra versión muy diferente, dividiendo la palabra en uruguá, "caracol", e ï "río".
Esa mañana fue apacible, el agua del río estaba planchada, y como salimos muy temprano, el aire estaba casi fresco y el sol todavía era un proyecto. Cometí el primer gran error: dejé el pomo del protector solar dentro de la bolsa con las ropas y otros elementos que se usan únicamente en el campamento; y cuando el sol comenzó a hacerse notar en mis piernas al descubierto (llevaba pantalones cortos) y brazos, debí calmarlos con el agua del río, pero esto no fue suficiente para impedir que el sol, muy alto, actuara sobre mi piel; así que a eso de 13,30 o 14 horas, cuando paramos en una isla para armar el campamento, descubrí que había sufrido fuertes quemaduras desde el empeine hasta arriba de las rodillas que me producían unos ardores insoportables los que me acompañaron durante toda la travesía.
Fueron 5 días intensos con placeres producidos por los paisajes contenidos a lo largo de las riberas de un río que sólo pueden apreciarse desde una embarcación, ya que quienes han tenido la satisfacción de conocer este exuberante río, lo hicieron desde alguna playa o puente, y sólo unos pocos privilegiados pueden navegarl0 en yates u otras embarcaciones que no están al alcance de cualquiera. Las islas aparecen y se extienden a lo largo del río, a veces son varias desplegadas paralelamente, con mucha vegetación, con playas y bancos de arena inmensos, que son una deleite para la vista.
La casi absoluta ausencia de presencia humana no hace más que aumentar lo agradable de lo agreste del lugar. Solo unos pocos lugareños, pescadores, pueden verse muy de cuando en cuando.
Este enorme derroche de colores y flora no parece tener fin, los ojos se saturan de verdor, de movimiento sin solución de continuidad de esa masa de agua en su constante fluir.
Que terrible es el acostumbramiento; quienes hacen de la navegación o la pesca una rutina, seguramente pierden progresivamente esa impresionante demostración de grandeza.
La mañana de la segunda jornada de navegación nos sorprendió con la aparición tardía de una bruma que vino desde la costa uruguaya y cubrió lentamente todo, playa, islas, río, cielo; no podía verse nada más allá de 7 u 8 metros, por lo que debimos armarnos de paciencia y esperar hasta cerca del medio día, hasta que una suave brisa comenzó a disipar la niebla y entonces pudimos hacernos al agua. Pero aquella apacible brisa, lentamente fue aumentando en intensidad, hasta que con el correr de las horas se convirtió en un fuerte viento de frente que nos obligó a redoblar nuestros esfuerzos para avanzar al tiempo que provocó un oleaje que hacía pasar lenguas de agua por encima de nuestras canoas. Al principio generó un temor por la posibilidad de algún posible naufragio, pero debido a la destreza adquirida por el grupo en sus anteriores derroteros náuticos, toda la flota (!) cerró con nylons las cubiertas, tapando y protegiendo la carga de mojaduras, al tiempo que así se impidió el ingreso de cantidades importantes de agua, ante cada embate de las olas. En ese preciso momento comprendí con claridad la importancia de llevar los achiques a bordo de las canoas. Estos son pedazos de gomapluma que cuando ingresa agua se las sumerge hasta empaparlas con el agua invasora y se la aprieta para escurrir el agua fuera de la canoa, y así mantener las embarcaciones secas.
A causa de haber zarpado tarde, la navegación también fue más extensa (y esforzada por el viento en contra y las olas), así que después de lo que me pareció una eternidad remando en esa incomodidad, con mis fuerzas ya agotadas, llegamos a la ciudad de Colón, donde hicimos una parada técnica para dar razón de nuestro paradero e intenciones futuras a las autoridades de la Prefectura; poco después continuamos nuestro periplo, pasando bajo el puente internacional, lugar donde mi cuerpo me comunicó que ya no podía seguir remando y que lo que en realidad quería era abandonar la empresa y descansar. Con alguna dificultad, pude escuchar que los responsables de este peregrinaje decidieron continuar cinco -¡CINCO!- kms más adelante, donde había un buen lugar para acampar. …Creo no mentir, ni exagerar mucho, cuando digo que fueron los cinco kilómetros más, sufridos, extenuantes, dolorosos, esforzados y no deseados de toda mi vida; en esos momentos comprendí plenamente el significado de lograr algo “a fuerza de tripas y corazón”; para concretar cada palada con el remo tenía que respirar profundamente buscando oxigenar mis doloridos músculos, hacer un esfuerzo no ya físico (no había tonicidad muscular), sino intelectual para encontrar en algún rincón de mi mente la capacidad de generar un arresto capaz de lograr impartir las necesarias ordenes a los brazos, y que éstos la obedecieran; no podía pensar, y con la mente desordenada me propuse forjar los movimientos repetitivos que acompañaran la gimnasia del resto de los raidistas, (quienes parecían hacerlo sin muchos problemas), hasta que finalmente: ¡llegamos!.
Después de descargar las canoas, con la misma ansiedad del sediento ante un vaso de agua, me tiré sobre algo que había en el piso, una lona o frazada, y sin importarme de quién era la prenda, me dormí profundamente. Tan parecido a un desfallecimiento físico resulto mi siesta que cuando desperté, descubrí que me habían convertido en centro de una broma: los muchachos habían escrito en un plástico las siglas “Q.E.P.D.”, que colocaron delante de mi cabeza…
La última jornada la realizamos con una corriente calmada, sin vientos ni olas, una mañana soleada y cálida sin ser calurosa, plena de luminosidad, donde los colores de la vegetación parecían más concentrados, más fuertes, más nítidos, en fin, más agradables que otras veces.
Esta situación fue un regalo del destino, que hizo tremendamente agradable esa última parte de la aventura, ya que de haber continuado las mismas condiciones de la jornada anterior, me hubiera resultado imposible completar la etapa con un mínimo de dignidad deportiva. Nunca conversé este tema con Fabian para saber cuan pesada resultó para él tenerme de coequiper en esa oportunidad. No volvimos a formar equipo en el futuro, pero eso fue debido a que me acompañó siempre Lucas.
Así fue aquella primera y hermosísima oportunidad de navegar por el río Uruguay, la que me prometí a mi mismo repetirla, si volvían a invitarme en el futuro.
En este viaje descubrí sensaciones tan fuertes, y tan grande fue el entusiasmo que tomé, que cuando volvimos de inmediato me aboqué a la búsqueda de una canoa para comprarla y así no tener que depender de otros para navegar; esta tenía que ser usada para que no resultara muy onerosa, pero que estuviera en buenas condiciones. No fue fácil, pero unos meses después mi amigo Daniel, me avisó que vio una canoa casi nueva en un taller por la que pedían unos 400 o 450 pesos!, y que el dueño tenía urgencia por venderla porque estaba ocupando un lugar en ese taller mecánico. Inmediatamente fui hasta el lugar y realicé la transacción, volviendo a mi casa con la canoa sobre el portaequipajes del auto, contento y feliz.
Como este grupo tiene un contacto permanente, y además son muchos más que los 14 que participan de cada evento náutico anual, periódicamente se produce algún encuentro gastronómico para departir jocosamente alrededor de mucha comida y bebidas, las que siempre –fatalmente- comienzan con una picada con quesos, embutidos, maníes (con cáscara) y vermouth, fernet, soda, vino y alguna gaseosa; continúa con la cena que es el demostración culinaria con la que alternadamente, algún integrante del grupo se luce, y termina agotando la existencia de cuanto licor haya en la casa de la víctima que puso su casa para el acontecimiento; todos vuelven contentos, alegres y en algunos casos algo embriagados (!), pero jamás vi agresión alguna, salvo discusiones interminables, bastante absurdas y sin mucho sentido sobre temas comunes, insólitos y a veces desconocidos, en los que nunca se llega a una conclusión lógica o con algún atisbo de sentido común, pero empachados de risas.